HISTORIA

La Federación Obrera Regional Argentina (FORA) es la primera entidad que nucleó a diferentes gremios de forma estable en la Argentina. Desde su fundación hasta la actualidad ha participado en infinidad de luchas y reclamos que consiguieron mejorar las condiciones de vida de los trabajadores y trabajadoras de todo el país. Cientos de sindicatos estuvieron afiliados de forma federativa a esta organización, desde los estibadores portuarios del litoral, hasta los obrajeros de la selva chaqueña, pasando por los choferes de taxi y colectivos de la Capital, zafradores de Tucumán, peones rurales de la Pampa, obreros de la construcción y de la industria, y un sinfín de oficios que fueron desapareciendo de la mano del progreso productivo.

Su influencia penetró en los parajes más distantes del país, muchas veces de la mano de la constitución de un gremio de Oficios Varios, que nucleaba a los trabajadores de diferentes actividades. Una de las características que mantuvieron las organizaciones nucleadas en la FORA fue su aguerrida entrega a la lucha contra la explotación, abriendo camino ante la prepotencia patronal y la complicidad estatal. La constitución de federaciones locales o provinciales fueron avances claves para la instalación de las organizaciones obreras de forma insoslayable en aquellas regiones relegadas de los “beneficios” de la modernidad capitalista.

La visión emancipadora que caracteriza a esta federación la ha involucrado en emprendimientos culturales y campañas sociales que sobrepasan las reivindicaciones salariales, desde la fundación de bibliotecas, escuelas guiadas por pedagogías críticas, edición de propaganda escrita (libros, folletos, periódicos y revistas), organización de charlas y conferencias, encuentros artísticos, reproducción de obras de teatro, festivales y pic nics familiares, entre otras actividades. En cuanto a su compromiso con problemas sociales que afectaban a la clase obrera más allá de su condición laboral se pueden señalar las luchas por la reducción del precio de alquiler de los inquilinos, el reclamo por la libertad de los presos sociales y la ayuda a sus familiares, la oposición a medidas gubernamentales consideradas denigrantes o restrictivas de las libertades individuales -libretas de trabajo, restricción del uso de bigotes, el patentamiento de las bicicletas, etc.-, la oposición al servicio militar obligatorio y a la influencia religiosa, solo para nombrar algunas de las campañas más sobresalientes.

El modelo de organización federalista y el perfil revolucionario adoptado por la FORA, fue imitado por otras organizaciones sindicales de América latina – tan solo con observar sus nombres se puede apreciar el vínculo, en tanto que  de Federación Obrera Regional fueron replicados en Uruguay (FORU), Chile (FORCh), Perú (FORP) y Paraguay (FORP), mientras que en Bolivia fueron denominadas Federación Obrera Local (FOL) y en Brasil Confederación Obrera Brasilera (COB), pero con idénticos sistemas organizativos-. La relación establecida con otras organizaciones proletarias del mundo responde a la perspectiva internacionalista que caracteriza a esta federación, procurando establecer un vínculo fraterno entre los trabajadores del planeta, más allá de los límites políticos impuestos por los estados nacionales.

Antecedentes

La fundación de la FORA culmina un proceso de organización sindical, que fue pionero en América latina. Los antecedentes se remitían a la década de 1870, durante la cual se organizaron algunas secciones adheridas a la Asociación Internacional de los Trabajadores (AIT) en Buenos Aires. La inquietud que despertó entre los nativos del país esta iniciativa fue escasa, más bien se desarrolló en algunos círculos de trabajadores extranjeros. Lo cierto es que el ensayo no tuvo mayor trascendencia y pronto cayó en el olvido. Donde sí tuvo algún grado de éxito fue en la vecina orilla, dado que en Montevideo llegó a organizarse la Federación Regional Uruguaya, adherida a la AIT.

Otros antecedentes de organizaciones que sirvieron de nexo a las Sociedades de Resistencia existentes tuvieron concreción a partir de 1890. La primera de ellas tuvo lugar con el nombre de Federación de los Trabajadores de la Región Argentina, la cual se proponía “la unión de los obreros… para defender sus intereses morales y materiales, y practicar la solidaridad con los hermanos de todas las regiones en lucha contra el capital y sus monopolizadores”. Esta primera expresión del movimiento obrero organizado del país, de franco carácter socialista, fue disuelta poco después de su segundo Congreso.

Recién en 1894 se organizó un nuevo nucleamiento de sociedades de resistencia, la Federación Obrera Argentina. El programa de esta incluía gran cantidad de reivindicaciones económicas y políticas, más propias de un partido político que de una organización gremial. Por eso encontró una seria resistencia, al punto que fue ninguneada por los gremios.

Una tercera tentativa de Federación Obrera se llevó a cabo en 1896, pero antes de finalizar 1897 ya se había diluido esta tercera tentativa.  Por último, para finalizar la mención de las tentativas de organización que precedieron a la FORA, tenemos que referimos a una iniciativa del Partido Socialista para dar vida a la Federación General de Organizaciones Obreras de Buenos Aires, que tuvo efecto en 1900. Las aspiraciones de la flamante Federación eran de carácter excesivamente legalitario, y para lograr sus propósitos planeaban basarse en la elevación de petitorios a los poderes públicos, o cualquier otro recurso dentro de las normas legales.

Fracasadas estas tentativas organizativas, hubo que esperar a 1901 para retomar la iniciativa. Con la presencia de treinta sociedades de resistencia, se realizó el Congreso fundador de la Federación Obrera Argentina. Esta entidad sí perduró en el tiempo y dejaría una honda huella en las luchas sociales de la región, siendo reconocida como la decana del movimiento obrero argentino y conocida internacionalmente como una de las organizaciones sindicales pioneras en el mundo.

Época de auge

El 25 de mayo de 1901 nace oficialmente la FORA. Inicialmente se denominó Federación Obrera Argentina (FOA), incorporando el término Regional para remarcar su carácter internacionalista en el cuarto congreso de 1904. Sentadas las bases fundadoras de la nueva federación, los militantes anarquistas lograron la supremacía en las tomas de decisiones por sobre las propuestas más moderadas sostenidas por los socialistas. Estas diferencias llevaron a que, en el segundo Congreso celebrado en 1902, los socialistas se retiren y se vuelquen a organizar una nueva central obrera: la Unión General de Trabajadores (UGT).

Desde el mismo instante de la separación de anarquistas y socialistas en dos organizaciones distintas, se realizaron varios intentos de unificación que finalizaron en continuos fracasos, hasta que, varios años más tarde, cuando ya la UGT había desaparecido, dando paso a la Confederación Obrera Regional Argentina (CORA), con predominancia en ese entonces de los llamados sindicalistas revolucionarios, esa inquietud unificadora resultó exitosa al disolverse la CORA e ingresar masivamente en la FORA en su IXº Congreso de 1915.

En cada Congreso de la FORA los diferentes gremios fueron adoptando acuerdos que le otorgaron su identidad. En sus resoluciones se encuentran diversas temáticas que abordan desde su estructura organizativa, los medios de lucha, las consignas a conquistar, y la condición social de las mujeres, hasta el tratamiento de problemas coyunturales como la situación de los inquilinos, el uso de químicos tóxicos en ciertas industrias, la represión policial, pasando por recomendaciones de impulsar proyectos culturales como las bibliotecas obreras.

Pero de todos ellos, que se pueden consultar en la sección de Acuerdos y resoluciones  de esta misma página[A1] , se destacan los adoptados en el IV° y el V° Congreso. En el primero de estos se aprobaron las bases fundamentales de la organización por medio del “Pacto de Solidaridad”, el “Sistema de Organización” y la “Declaración de Principios”.  En tanto que en el V° Congreso, la FORA adoptó una resolución histórica para el movimiento obrero internacional, al otorgarle a su organización una Finalidad Social. Esta determinación se basó en la creencia de que las conquistas inmediatas que podrían conseguir los sindicatos podían ser fácilmente burladas por el Estado y los patrones, o no encaminarse a una superación del sistema de explotación vigente, por eso es que se declaró recomendar y difundir los principios del comunismo anárquico, ideal emancipatorio que busca superar la división de clases que conlleva a opresión del Estado y el capital.

Sería interminable referirse a todos los conflictos en los cuales la FORA estuvo presente, por lo cual solo vamos a referirnos a algunos que, por variadas circunstancias, adquirieron mayor relevancia o notoriedad.

A principio del siglo XX eran numerosos los trabajadores que se agrupaban en las nacientes sociedades de resistencia con el objeto de obtener mejoras que permitieran paliar su situación y obtener un grado de justicia en sus condiciones laborales. Este impulso impulsó [A2] la presentación de Pliegos de Condiciones a la patronal, donde se exponían las reivindicaciones inmediatas a las que aspiraban los obreros organizados. La negativa a satisfacer esos reclamos suscitaba el conflicto, y con ello la declaración de huelgas, boicots, sabotajes, etc., con su secuela de violencia, represión y despidos.

A fines de 1902 se unieron los reclamos particulares de diversos gremios para decantar en la primera huelga general del país. Como respuesta la impresionante demostración de fuerza del proletariado argentino, el gobierno aprobó una ley en tiempo récord la cual decía:

Art.1° – El Poder Ejecutivo podrá ordenar la salida del territorio de la Nación Argentina a todo extranjero por crímenes o delitos de derecho común. Art. 2° – El Poder Ejecutivo podrá ordenar la salida de todo extranjero cuya conducta comprometa la seguridad nacional o perturbe el orden público. Art. 3° – El extranjero contra quien se haya decretado la expulsión tendrá tres días para salir del país, pudiendo el Poder Ejecutivo, como medida de seguridad pública, ordenar su detención hasta el momento del embarco

Esta es la famosa Ley de Residencia, cuyo origen hay que buscarlo en el gran desarrollo que estaba adquiriendo la organización obrera. La implantación de esta ley fue respondida con una huelga general que tuvo varios días de duración, hasta que se produjo un decaimiento a raíz de la terrible represión que arrojó gran cantidad de detenidos y deportados. La FORA mantuvo el repudio a la Ley de Residencia como una reivindicación permanente por su abolición, la cual se concretó recién durante el gobierno de Frondizi en 1958, luego de causar tantos estragos entre los militantes obreros y sus familias, las cuales quedaban desamparadas al perder el sustento de sus hogares; solo la solidaridad de sus compañeros paliaba esa situación.

Dentro de las actividades desarrolladas por las organizaciones obreras existían algunas conmemoraciones que recuperaban luchas populares de los años anteriores, confeccionando un calendario de carácter internacional y revolucionario. Dentro de aquellas fechas se conmemoraba el aniversario de la proclama de la Comuna de París o el asesinato del pedagogo barcelonés Francisco Ferrer I Guardia, pero la fecha que cobró particular importancia año tras año fue el 1° de Mayo, día de protesta internacional de los trabajadores, en conmemoración por la lucha de las 8 horas laborales que terminó con el asesinato de los Mártires de Chicago. Cada conmemoración del 1° de mayo ponía de manifiesto la fuerza y la capacidad organizativa del movimiento obrero, al mismo tiempo que exponía las diferentes tendencias políticas e ideológicas actuantes dentro de la misma. Para los anarquistas esta fecha es una jornada de lucha, de reivindicación de las luchas proletarias sostenidas a través de la historia, no una jornada festiva.

La amenaza que significaba para la elite criolla la preeminencia de los anarquistas dentro del movimiento obrero durante la primera década del siglo XX se puso de manifiesto públicamente a través de la represión comandada por el jefe de policía Ramón Falcón durante el acto del 1° de mayo de 1909, que arrojó muertos y cientos de heridos[A3] . La reacción de la FORA, acompañada por la UGT, fue declarar una huelga general en repudio a este atropello, dando lugar a los sucesos de la “Semana Roja”. Los efectos de aquellas jornadas pusieron de manifiesto el temor que invadía a los miembros del régimen político ante la amenaza de cambio social impulsado por los libertarios. Más allá de la reacción suscitada en noviembre de aquel año por parte del joven Simón Radowitzky al ajusticiar a Falcón, lo que nos demuestra los acontecimientos de ese 1° de mayo es el clima de época vivido en Argentina, donde el crecimiento del movimiento obrero bajo el amparo de los anarquistas puso nerviosa a la burguesía local.

Las persecuciones que continuamente sufrían las organizaciones obreras no contenían su crecimiento; por el contrario, parecía que fueran un estímulo para redoblar la actividad militante. Tanto es así, que el movimiento anarquista asumió proporciones tales que, al diario La Protesta, que salía a la mañana, se le sumo la publicación de La Batalla por la tarde, convirtiéndose en la única región del mundo en tener dos publicaciones anarquistas de tirada diaria.

El 25 de mayo de 1910 se conmemoraba el Centenario del primer gobierno patrio de Argentina, paso inicial para lograr su independencia total de España. El gobierno de aquel entonces, a cargo de Figueroa Alcorta, preparaba grandes festejos para la ocasión, siendo invitadas notables personalidades de la diplomacia extranjera. La FORA buscó aprovechar la exposición internacional que iba a tener el gobierno para presionarlo a que derogue la Ley de Residencia y que libere a los presos sociales. De no cumplirse sus demandas llevarían adelante una huelga general que podría opacar los festejos oficiales.

El 8 de mayo, la FORA organizó una manifestación en protesta por los maltratos a los presos de la Penitenciaría Nacional, de la cual participaron 70.000 personas. En ese acto, al no obtener ningún avance con relación a sus demandas, la FORA anunció la huelga general para el día 18 del mismo mes. Alertado el gobierno, el 14 de mayo impuso el estado de sitio con el fin de abortar la protesta obrera, e implementa el terror policial practicándose allanamientos y detenciones masivas. Las imprentas de La Protesta, La Batalla y el órgano oficial del Partido Socialista, La Vanguardia, así como numerosos locales obreros, son asaltados e incendiados por jóvenes de la burguesía nacionalista que a los gritos de “muera el anarquismo”, “abajo la huelga y “mueran los obreros”, extendieron sus atropellos a los barrios habitados por judíos.

Días después, el gobierno promulgó la Ley de Defensa Social, tomando como pretexto el estallido de un petardo dentro del Teatro Colón -que no tuvo ninguna consecuencia mortal-. Esta ley significó una nueva vuelta de tuerca en la legislación represiva argentina, complementando lo dispuesto en la Ley de Residencia. Prohibía entrar en el país a los extranjeros que hubiesen sufrido condenas por delitos comunes; a los anarquistas y demás personas que profesaran el rechazo hacia los funcionarios públicos, los gobiernos o las instituciones; a los que hubiesen sido expulsados del país mientras no se derogase la orden de expulsión. Prohibía, además, toda asociación o reunión de personas que tuviese por objeto la propaganda del anarquismo o la preparación e instigación de hechos reprimidos por las leyes. Como también prohibía la expresión verbal o escrita que hiciese apología de un hecho considerado delito, o/y el uso de emblemas, estandartes o banderas características de las asociaciones recién descriptas.

El accionar reaccionario de 1910, fortalecido por la fiebre patriótica que asaltó a la población durante los festejos, fue acusado como un duro golpe para las organizaciones obreras revolucionarias, las cuales tardaron varios años en reaccionar y retomar el ritmo anterior.

A fines de la segunda década del siglo XX el activismo sindical recobró nuevos bríos. Las consecuencias de la Primer Guerra Mundial se sintieron con fuerza en un país dependiente como Argentina, y por supuesto, fueron los trabajadores urbanos y rurales los más afectados por la crisis económica que se desplego durante toda la contienda (1914-1918). A esta difícil situación se agregó la influencia que produjo la Revolución Rusa en todo el mundo, dando aliento a los movimientos revolucionarios de todo el planeta. Es en este contexto que se produjo uno de los hitos más conocidos del movimiento obrero y social argentino, la denominada Semana Trágica, de enero de 1919.

El detonante de los hechos sucedidos durante la Semana Trágica fue un conflicto surgido en los talleres metalúrgicos Vasena ocasionado ante el reclamo de mejoras laborales y aumento del salario. La huelga derivó en que, el día 7 de enero, un ataque perpetuado por la policía produjera la muerte de cinco vecinos y deje a otros cuarenta heridos. Este hecho produjo gran indignación entre la población proletaria, por lo cual la FORA declaró el paro general solidario por tiempo indeterminado. Posteriormente se sumó la otra central obrera del momento, denominada FORA del IXº Congreso, de tendencia sindicalista.

En el transcurso de esa semana la población ganó las calles, los piquetes se reproducían en todos los barrios de la ciudad, hubo un gran número de choques entre la policía y huelguistas; las bajas fueron muchas -hasta el día de hoy no se sabe con precisión su número, mientras algunos esbozan entre mil y mil trecientos- gran cantidad de trabajadores fueron detenidos y los destinados a la deportación fueron confinados en la isla Martín García. Las dos federaciones obreras disentían en torno a la conducción del movimiento, revelando las profundas diferencias que los separaban. Los anarquistas proponían darle objetivos amplios para profundizar el movimiento de protesta, mientras que los sindicalistas se oponían a ese planteo y mantenían circunscritas las reivindicaciones al conflicto de los talleres Vasena.

Estos desencuentros redundan, indudablemente, en contra del éxito del mayor movimiento huelguístico desarrollado en el país hasta ese momento. La FORA del IXº Congreso dio por finalizado el movimiento huelguístico el día 11, resolución desconocida por la FORA del V°, que continuó tratando de profundizar la protesta obrera hasta el día 14.

En los dos años posteriores a los hechos de la “Semana Trágica” se suceden una serie de importantes acontecimientos en otras latitudes del país: la gran huelga de La Forestal, en el Chaco santafesino, donde los huelguistas del tanino fueron perseguidos y cazados como animales por el delito de reclamar mejores condiciones de vida; los sucesos de Gualeguaychú, provincia de Entre Ríos, donde la Liga Patriótica asesinó a varios trabajadores que participaban de la manifestación del 1° de mayo de 1921[A4] ; y los trágicos sucesos desarrollados en 1920 y 1921 en la Patagonia argentina.

Los sucesos producidos en la provincia del sur, conocidos dentro de la literatura con el término de la Patagonia Rebelde, fue una de las masacres más espantosas que registra la historia nacional. Los huelguistas de las estancias, junto con los trabajadores de servicios de la provincia de Santa Cruz, fueron perseguidos y exterminados con una saña atroz por las tropas del ejército argentino al mando del teniente coronel Varela. Los fusilamientos, al pie de las tumbas que habían sido cavadas por los mismos que iban a ser fusilados, son una muestra fehaciente del trato que se dispensó a quienes los gobernantes de turno motejaron de “bandoleros”, para mantener en la ignorancia al resto de los trabajadores del país, que, de esa manera, poco hicieron para brindar su solidaridad a los que tanto la necesitaban. La FORA trató de brindar su apoyo a los huelguistas, pero tanto las grandes distancias que separaban los lugares de los hechos de las ciudades con mayor organización, como también el rápido e implacable accionar del ejército, no les permitió evitar la tragedia.

El accionar del Ejército no fue cuestionado por el gobierno radical de Hipólito Yrigoyen, ni buscaron ser esclarecidos luego de los reclamos orientados en ese sentido. Es así como surgió un vengador individual, Kurt Wilckens, quien mató al teniente coronel Varela el 23 de enero de 1923. A su vez, éste fue asesinado en la cárcel, el 16 de junio del mismo año, lo que provocó la reacción indignada de todos los trabajadores, quienes acompañaron el paro general declarado por la FORA en repudio por el asesinato.

La tragedia de Sacco y Vanzetti. Cuando el 23 de agosto de 1927 fueron electrocutados en Boston los anarquistas italianos Nicolás Sacco y Bartolomé Vanzetti, se consumó un crimen de lesa humanidad cometido por la burguesía y la “Justicia” yanqui. Más de siete años antes habían sido detenidos acusados de un crimen que no habían cometido. Es que en 1920 había cobrado inusitados contornos una campaña de terror contra todos los que fueran, o parecieran ser, “radicales”. El miedo al comunismo no dejaba dormir tranquilos a los explotadores del proletariado del país del Norte. Por eso se propusieron hacer un escarmiento en las personas de los dos anarquistas; fueron inútiles las múltiples protestas -huelgas, mítines, petitorios, etc.- que tuvieron lugar en todo el orbe. No fueron solamente los anarquistas o los proletarios los participantes en esos actos que buscaban conmover la conciencia de los responsables del proceso judicial. Es que luego de pasar por las agónicas alternativas de siete largos años de presidio suscitaron la simpatía y la protesta de millones de personas. No podía faltar el proletariado argentino que, encabezado por la FORA -se sumaron luego la Unión Sindical Argentina (USA) y otras fuerzas- realizó una activa campaña para demostrar la simpatía por los condenados y el repudio por quienes los condenaban.

Se sucedieron grandes mítines con oradores de diversas tendencias y se realizaron varios paros generales que tuvieron amplia repercusión. Todo fue en vano, la ejecución se cumplió, el crimen se consumó y el martirio de Sacco y Vanzetti pasó a constituirse en el prototipo de lo que significa la “justicia de clase”.

Crecimiento de la influencia internacional

En la década del veinte la FORA vio concretado sus anhelos de poder profundizar las relaciones internacionales con otras organizaciones obreras del mundo. En primer lugar, se fundó la Asociación Internacional de los Trabajadores (AIT) en Berlín a fines del año 1922. Esta institución buscó reeditar la experiencia de la Primera Internacional, luego de años de ilegalización y persecución de los núcleos internacionalistas, junto con el auge de la prédica nacionalista en el seno de la clase obrera, pasada la Primera Guerra Mundial las diversas organizaciones anarcosindicalistas y sindicalistas revolucionarias de Europa se dieron a la tarea de reflotar su coordinación de forma orgánica. Entidades pertenecientes a Suecia, Alemania, Francia, España, Dinamarca, Italia, Holanda, Portugal, Noruega, junto con representaciones americanas de México, Chile y Argentina dieron el punto inicial a esta organización que permaneció activa a lo largo de todo el siglo XX, siendo reconfigurada hace pocos años a la Confederación Internacional de los Trabajadores (CIT).

El otro avance significativo en la coordinación internacional se logró con la fundación de la Asociación Continental Americana de los Trabajadores (ACAT). De vida más efímera, producto de la irrupción de las dictaduras militares que se instalaron en las diversas naciones del continente, su congreso fundacional se realizó en 1929 en Buenos Aires, con la participación de organizaciones de Chile, Bolivia, Brasil, Paraguay, Uruguay, México, Guatemala y Costa Rica.

Si bien el vínculo orgánico que se pretendía desarrollar por medio de la ACAT no logró expandirse como se esperaba, los nexos entre la FORA y otras organizaciones americanas no se interrumpieron ahí. El intercambio de propaganda y el traslado de compañeros a causa de diversas razones han contribuido a mantener relaciones dinámicas con militantes de diferentes latitudes, contribuyendo a compartir información, puntos de vista y campañas solidarias.

El activismo en tiempos de autoritarismo

El 6 de septiembre de 1930 irrumpió la primera dictadura militar de la historia argentina. La FORA, en un principio, adoptó una actitud expectante, especulando que se trataba de una disputa entre diferentes sectores de la burguesía, y que por ende no los afectaría directamente. Pero, como se sabe, rápidamente el nuevo gobierno mostró su faceta autoritaria, los locales sindicales y los periódicos de izquierda fueron clausurados, sus militantes perseguidos, detenidos, deportados e, incluso, fusilados.

Ante los primeros zarpazos de la reacción, la FORA se volcó decididamente a combatir al gobierno dictatorial y declaró una serie de huelgas generales con el fin de reclamar por las libertades civiles y protestar por las medidas represivas. En este sentido, la FORA fue la única organización obrera que llevó adelante luchas frontales contra el nuevo régimen. Prácticamente fuera de la ley, sin locales donde reunirse, sin prensa que logre relacionar sus gremios, y con importantes militantes exiliados, la FORA mantuvo latente el espíritu de rebeldía entre los trabajadores.

Al mismo tiempo que la FORA y demás anarquistas eran perseguidos, el 27 de septiembre culminaba un nuevo proceso de unificación sindical, del que la FORA se mantuvo al margen. La Unión Sindical Argentina (sindicalista) y la Confederación Obrera Argentina (socialista) dieron vida a la Confederación General del Trabajo (CGT). Si bien el proyecto de fusión tenía meses de trabajo, es llamativo cómo estas entidades pudieron lograr su objetivo organizativo en medio del contexto represivo que se vivía. En una de sus primeras declaraciones públicas, se dirigen al presidente de facto, solicitándole clemencia hacia tres chóferes de la FORA condenados a muerte. El tono en el cual remiten su petición ilustra el carácter adoptado por la nueva central:

“La Confederación General del Trabajo, órgano representativo de las fuerzas sanas del país, conocedora de la obra de renovación administrativa del gobierno provisional y dispuesta a apoyaría como esta en su acción de Justicia institucional y social, en nombre de los afiliados de los diversos gremios que la componen, y ejerciendo el derecho de petición, se presenta ante VS. para pedir, como acto de clemencia, que la pena de muerte impuesta por el tribunal militar a los chóferes Florindo Gayoso, José Montero y José Santos Ares sea conmutada por la pena que VS. determine. Convencida esta Confederación de qué el gobierno provisional no mantiene en vigencia la ley marcial sino para asegurar la tranquilidad pública y para hacer respetar el prestigio y la autoridad del gobierno; aún más, entendiendo que los procedimientos y sentencias se han ajustado en absoluto a los reglamentos militares, promueve esta gestión invocando como única razón el hecho que los condenados no registran antecedentes policiales”

La claudicación de semejante petición, aunque se considere que tenía la finalidad de salvar la vida de los condenados a muerte, descalifica a los hombres que la presentaron y a quienes la aceptaron luego sin oponerse activamente. La sentencia de muerte contra Gayoso, Montero y Ares es conmutada por prisión perpetua en Ushuaia. Ya durante la presidencia de Justo, la pena es reducida a dos años de prisión y el 15 de diciembre de 1932 son liberados.

Con el retorno del orden constitucional, de la mano del fraude electoral empleado por el general Justo, el movimiento obrero tuvo unos breves meses de libertad. Muchos gremios se dedicaron a reorganizar sus cuadros y a recuperar las condiciones laborales ignoradas por los empresarios durante la dictadura. Entre los sindicatos que lograron un rápido resurgir estaban portuarios, panaderos y obreros del calzado, pertenecientes a la FORA. Pasado unos meses, en los cuales el gobierno se mostró respetuoso de las libertades civiles, el gobierno de Justo retomó las prácticas represivas de su antecesor y se dedicó a perseguir a los activistas anarquistas y comunistas. Apelaron a metodologías conocidas como la clausura de locales, detenciones arbitrarias, deportaciones y la censura de sus periódicos. Pero también hubo innovaciones en su accionar represivo, aplicando la persecución judicial a algunos sindicatos, acusándolos de constituir una “asociación ilícita” para ilegalizar su accionar. También en esa época, el gobierno apañó el accionar de grupos parapoliciales de corte fascista. Una de sus intervenciones más resonadas se produjo el 6 de diciembre de 1932, cuando atacaron de forma sorpresiva un acto convocado por la Federación Obrera Local Bonaerense (FOLB) en Parque Patricios, dando muerte al joven obrero Severino Hevia. La huelga de protesta, en repudio a las bandas fascistas y en honor al caído, constituyó la paralización obrera más importante en la primera mitad de esta década.

Otros emblemáticos casos de represión que derivaron en importantes empresas solidarias, además de la ya mencionada por “asociación ilícita”, fueron el proceso de Bragado y el caso de los ladrilleros de San Martín. En todos ellos, los detenidos sufrieron largos años de prisión, a pesar de que no había pruebas concluyentes en su contra, siendo condenados por ser portadores de un ideal redentor.

Otra campaña en la que participó la FORA durante la segunda mitad de la década del treinta y los primeros años de los cuarenta fue la campaña Anti Monopólica, en oposición a la ley que creó la Corporación de Transportes de la Ciudad de Buenos Aires (CTCBA), otorgándole el manejo de todos los medios de transporte urbano a los capitales ingleses, fusionando así a los dueños de los subtes y tranvías con las empresas de ómnibus y colectivos, obligando a sus dueños -en general propiedad de dos choferes que se repartían el trabajo de conducirlos- a vender sus vehículos. El sindicato de choferes de la FORA cumplió un importante rol en esta campaña, proponiendo no esperar nada de las negociaciones entre los políticos y confiar en la fuerza de presión del movimiento obrero.

Entre los años 1936 y 1939, con el estallido de Guerra Civil Española, los anarquistas de todo el mundo pusieron su mirada sobre los acontecimientos de la península ibérica, y Argentina no fue la excepción. Durante esos años los militantes de la FORA dedicaron grandes esfuerzos para colaborar con sus compañeros de la CNT y la FAI, que se batían a muerte contra el avance del fascismo. Desde la difusión de noticias y reproducción de comunicados provenientes de esas organizaciones, hasta la recolección de donativos, venta de bonos y rifas, organización de festivales, y el viaje de algunos militantes para incorporarse a las milicias, la lucha del pueblo español se vivió en Argentina en carne propia y la FORA colaboró en dar su aporte en esa batalla.

De la mano del peronismo el modelo sindical se transformó radicalmente. Amparados por la legislación que regula a las organizaciones gremiales, la Ley de Asociaciones Profesionales, los sindicatos han crecido en cantidad de afiliados y en poder económico, al mismo tiempo que fueron perdiendo autonomía frente al control del Estado. Esta ley, vigente hasta el día de hoy, es la que sostiene al sistema sindical peronista, basado en que solamente un sindicato por rama de actividad sea legalmente reconocido -basándose en el teórico atributo de que los mismos representan a la mayoría de los trabajadores-, restringiendo así la potestad de poder negociar condiciones de trabajo a aquellas organizaciones no reconocidas por el Estado; la afiliación y el descuento de la cuota sindical pasó a ser automático y obligatorio; y la mediación del Estado en las negociaciones laborales se convirtió en permanente.

De esta manera, la propuesta de un sindicalismo federalista, combativo y antiautoritario pasó a tener serias dificultades para propagarse. El control estatal de la actividad gremial ha impulsado a la FORA a mantener como consigna permanente el reclamo por la libre asociación de los trabajadores. Pero aún bajo los contextos más adversos los gremios de la FORA presentaron pelea ante las injusticias.

Es durante el gobierno peronista que los panaderos conquistan un reclamo histórico dentro de su gremio, la prohibición del trabajo nocturno. Desde el año 1926 regía una ley que establecía su prohibición (Ley 11.338), pero su cumplimiento había sido sistemáticamente burlado por los patrones, ganando constantes aplazos para su aplicación de parte de los gobernantes de turno. En 1946 aquella demanda logró imponerse a la fuerza en los sindicatos de la FORA de San Martín, Morón y San Miguel, junto con los autónomos de Quilmes, San Isidro, San Fernando y Vicente López. El sindicato oficial, UPPA, debió acompañar la campaña y arrancarle el dictamen a Perón por presión de las bases.

Otros conflictos que ganan los foristas en los primeros años del peronismo son los taxistas de la Unión Chauffeurs, los portuarios de Capital, Rosario y Villa Constitución -quienes consiguen las 6 horas laborales para las secciones de trabajo insalubre-, y los ladrilleros del conurbano bonaerense. También en esos años consiguen la liberación de los cinco ladrilleros de San Martín, detenidos desde el año 1933.

Desde el año 1949 las medidas represivas se convierten en más rígidas para todos los que no estaban alineados con el gobierno. Es así como los cinco locales que la FORA tenía en la ciudad de Buenos Aires fueron clausurados en 1950. Pero aún más sádica fue la operación que el gobierno montó sobre los obreros portuarios en 1952. Ante la publicación de un manifiesto de la sociedad de resistencia, en el cual argumentaban porque se oponían a aceptar el descuento de un jornal para la creación de un monumento a la extinta Eva Perón, fueron detenidos varios de los militantes de este sindicato, siendo seis los incomunicados y torturados. Gracias a una importante campaña solidaria, a la que también se sumaron otras organizaciones anarquistas, se logró la libertad de los portuarias luego de seis meses de encierro y penurias.

Una larga resistencia

Desde mediados de los años cincuenta los efectivos de la FORA fueron disminuyendo progresivamente, en detrimento de otras corrientes sindicales en boga, hasta que, con la irrupción de la última dictadura militar (1976-1983) el activismo libertario entró en una etapa de letargo, al menos en sus facetas más públicas.

Con el fin de los primeros gobiernos peronistas varios de las organizaciones de la FORA reabrieron sus locales y buscaron recuperar posiciones perdidas por hallarse impedidos de actuar libremente en los años previos. Aquellas sociedades de resistencia que lograron ciertos avances en esta dirección fueron los portuarios, choferes, panaderos y mozos. Pero el sindicato que mayores logros alcanzó en esta etapa fue la Sociedad de Resistencia de Plomeros, Cloaquistas, Hidráulicos y Anexos, quienes emprendieron una campaña por la jornada de 6hs laborales, que les valió una dura represión. Se creó una Comisión Pro Libertad de los Presos entre miembros de la FORA y las agrupaciones anarquistas en 1960, la cual logró la liberación de cerca de doscientos choferes y plomeros que habían sido repartidos por las cárceles de Devoto, Las Heras, Caseros, Santa Rosa, Viedma, Rawson y Esquel.

Una práctica que empieza a cobrar más fuerza en estos años es la incorporación de militantes de la FORA a agrupaciones sindicales dentro de gremios adheridos a otras centrales, actuando como oposición frente a la burocracia sindical del peronismo y manteniendo un vínculo estrecho con sus compañeros de base. De esta forma, aún sin modificar la estructura sindical impuesta, estos militantes contribuyeron a difundir prácticas organizativas horizontales y solidarias, forjadas durante años por la propia experiencia del movimiento obrero anarquista, y que fueron imitadas por infinidad de agrupaciones, más allá de que no se identifiquen ideológicamente con esta tendencia.

La renovación generacional del siglo XXI

Argentina ha sufrido una gran transformación con el cambio de milenio, el 2001 funcionó como un parteaguas que expuso la crisis social que formó el modelo neoliberal impuesto desde la última dictadura militar de 1976 y profundizado por el gobierno de Menem en la década del noventa. Luego del estallido social de diciembre de 2001, las dos décadas siguientes manifestaron un mayor compromiso con las luchas sociales y una importante renovación de la actividad sindical. En ese contexto la FORA comenzó un proceso de revitalización de sus actividades con el arribo de nuevas camadas de activistas. La organización se había sostenido en su mínima expresión en las décadas anteriores gracias a la permanencia de una camada de viejos militantes, pero que al ya no estar insertos dentro de la actividad laboral no podían tener injerencia dentro de los lugares de trabajo.

Junto con la crisis social del 2001 se produjo una búsqueda de alternativas políticas y económicas para poder enfrentar esa situación, revitalizándose así el interés general por las ideas anarquistas. Esto no significó que el anarquismo haya canalizado o dirigido este proceso social, pero sí ha impregnada con sus valores solidarios y combativos diversos procesos de lucha, incorporándose la metodología organizativa de tipo asamblearia y horizontal en una amplia gama de iniciativas populares impulsadas en la época (cooperativas, asambleas barriales, toma de fábricas y terrenos, organizaciones de desocupados, etc.).

El legado de la FORA es un importante atractivo para los libertarios con pretensiones de activar dentro del movimiento obrero. En sus manos se encuentra la tarea de revivir la referencia de esta organización dentro del ámbito sindical. Bajo ese lineamiento, en los últimos años se han organizado diversos núcleos intersindicales – las Sociedades de Resistencia de Oficios Varios- en diversos puntos del país. En estas se trabaja sobre las estrategias a utilizar en los diversos ámbitos laborales, procurando mejorar las situaciones inmediatas, al mismo tiempo que se apunta a transformar el modelo sindical y el sistema de explosión vigente.

Para saber más sobre la historia de la FORA recomendamos los siguientes trabajos:

Abad de Santillán, Diego, La FORA. Ideología y trayectoria del movimiento obrero revolucionario en la Argentina, Buenos Aires, Libros de Anarres, 2005 [1933].

Bilsky, Edgardo, La FORA y el movimiento obrero, Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1985.

Colombo, Eduardo, Los desconocidos y los olvidados. Historias y recuerdos del anarquismo en Argentina, Montevideo, Nordan Comunidad, 1999.

Elgorriaga, Leonardo, Los orígenes del modelo sindical argentino, Buenos Aires, Ediciones FORA, 2016.

López, Antonio, La FORA en el movimiento obrero, Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1987.

Oved, Iaacov, El anarquismo y el movimiento obrero en Argentina, Buenos Aires, Imago Mundi, 2013 [1978].